El dolor que siente hoy Brasil por la muerte de sus "brasilerinhos" es inmensurable. 12 vidas se llevó el asesino y dejó otras tantas debatiéndose con la muerte. Son sucesos trágicos, ocurren de un segundo a otro y eso impacta con una fuerza sobrenatural por eso sería hipócrita poner la cifra en comparación con la cantidad de niños que diariamente mueren por hambre, drogadicción o impactos de bala.
Doce angelitos murieron, doce almas inocentes que no importa que en un futuro no tan lejano fueran a ser criminales al servicio de las mafias y un peligro para el Brasil de bien, del primer mundo.
Por eso, creemos que hay que darle mayor cobertura a este hecho terrible por más que se diga que es aislado, para que no vuelva a suceder y dejar de lado una vez más otras muertes más fáciles de evitar.
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